De pronto una gran sombra por la sombra se advierte.
Todos quedamos mudos a la invisible suerte.
Temblando, por las sombras, quedo una sombra fuerte
y todos sollozamos presintiendo a la muerte.
La carne de mi hermano tembló como aterida.
Mi madre quebrantada, sollozó estremecida.
Fue un momento indecible de súplica a la vida.
¡Juventud de mi hermano para siempre dormida!
Salí al jardín.
La fuente por siempre estaba muda.
Con un dolor enorme mi garganta se anuda.
Después lloré... lloré...
Sólo sé que en mi duda
temblaba por los cielos una estrella desnuda.
La noche se clavó por los cielos lejanos.
Dios tembló en los rosarios y tembló por las manos.
Un divino presagio retumbó en los arcanos
y se transfiguraron los destinos humanos.
Con mi alma toda en pena salí del aposento.
Sobre mi corazón gravitó aquel momento
como una eternidad.
En decir lo inefable pongo en vano mi intento.
El cielo era un inmenso árbol azul florido,
la eternidad pasaba con sus alas de olvido.
La emoción de los tiempos transminó mis sentido.
¡Quede solo en la tierra frente al cielo dormido!
jueves, 28 de mayo de 2009
miércoles, 27 de mayo de 2009
ALMA AUSENTE /FEDERICO GARCIA LORCA
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque
te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,como todos los muertos de la Tierra,como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie.No.
te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,como todos los muertos de la Tierra,como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie.No.
Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
viernes, 22 de mayo de 2009
JAMAS
Manuel Magallanes Moure
Ante nosotros las olas
corren, corren sin cesar,como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿No es cierto
Dice la esposa: ¿No es cierto
que nunca habrás de tornar
junto a esa mujer lejana?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella pregunta:
Ella pregunta:
¿No es ciertoque ya nunca volverás
a celebrar su hermosura?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella interroga: ¿No es cierto
Ella interroga: ¿No es cierto
que nunca habrás de soñar
con sus fatales caricias?
Y yo respondo: ¡Jamás!
Las olas, mientras hablamos,corren, corren sin cesar,como si algo persiguieran
Las olas, mientras hablamos,corren, corren sin cesar,como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿No es cierto
Dice la esposa: ¿No es cierto
que nunca me has de olvidar
para pensar sólo en ella?
Y yo le digo: ¡Jamás!
Ella pregunta: ¿No es cierto
Ella pregunta: ¿No es cierto
que ya nunca la amarás
como la amaste hasta ahora?
Y yo contesto: ¡Jamás!
Ella interroga: ¿No es cierto
Ella interroga: ¿No es cierto
que su imagen borrarás
de tu mente y de tu alma?
Y yo murmuro: ¡Jamás...!
Los dos callamos. Las olas
Los dos callamos. Las olas
corren, corren sin cesar,como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
EL SEMINARISTAS DE OJOS NEGROS/ MIGUEL RAMOS CARRION
Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salamantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo.
Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro,
que la beca roja que ciñe su cuello
y que por la espalda casi rosa el suelo.
II
Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo,
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
El sólo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salamantina de rubio cabello,
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
III
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste, rezando y cosiendo,
la tal salamantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos;
solo ve a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros.
IV
Cada vez que pasa gallardo y esbelto,observa la niña que pide aquel cuerpo
en vez de sotana, marciales arreos.Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,parece decirla:
¡Te quiero! ¡te quiero!¡yo no puedo ser cura! ¡
yo no puedo serlo!
¡si yo no soy tuyo me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,la labor suspende, y olvida los rezos,y ya vive sólo en su pensamientoel seminarista de los ojos negros.
V
En una lluviosa mañana de invierno
la niña que alegre saltaba del lecho,oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista sin duda era el muerto
pues, cuatro llevaban en hombros el féretro
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos,los seminaristas iban en silencio,
siempre en las dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.
La niña angustiada miraba el cortejo;
los conoce a todos a fuerza de verlos...
Tan solo, tan solo faltaba entre ellos,
el seminarista de los ojos negros.
VI
Corrieron los años, pasó mucho tiempo...
Y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silenciolos seminaristas que van de paseo.
La labor suspende, los mira, y al verlos,
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros.
MIGUEL RAMOS CARRION
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