jueves, 11 de noviembre de 2010

MIGUEL HERNANDEZ " VALS DE LOS ENAMORADOS" ESPAÑA




 VALS DE LOS ENAMORADOS Y UNIDOS HASTA SIEMPRE



No salieron jamás

del vergel del abrazo.

Y ante el rojo rosal

de los besos rodaron.



Huracanes quisieron

con rencor separarlos.

Y las hachas tajantes

y los rígidos rayos.



Aumentaron la tierra

de las pálidas manos.

Precipicios midieron,

por el viento impulsados

entre bocas deshechas.

Recorrieron naufragios,

cada vez más profundos

en sus cuerpos sus brazos.



Perseguidos, hundidos

por un gran desamparo

de recuerdos y lunas

de noviembres y marzos,

aventados se vieron

como polvo liviano:

aventados se vieron,

pero siempre abrazados.

*
*
VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN



Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.



Los bueyes doblan la frente,

impotentemente mansa,

delante de los castigos:

los leones la levantan

y al mismo tiempo castigan

con su clamorosa zarpa.



No soy un de pueblo de bueyes,

que soy de un pueblo que embargan

yacimientos de leones,

desfiladeros de águilas

y cordilleras de toros

con el orgullo en el asta.

Nunca medraron los bueyes

en los páramos de España.



¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,

ni quién al rayo detuvo

prisionero en una jaula?



Asturianos de braveza,

vascos de piedra blindada,

valencianos de alegría

y castellanos de alma,

labrados como la tierra

y airosos como las alas;

andaluces de relámpagos,

nacidos entre guitarras

y forjados en los yunques

torrenciales de las lágrimas;

extremeños de centeno,

gallegos de lluvia y calma,

catalanes de firmeza,

aragoneses de casta,

murcianos de dinamita

frutalmente propagada,

leoneses, navarros, dueños

del hambre, el sudor y el hacha,

reyes de la minería,

señores de la labranza,

hombres que entre las raíces,

como raíces gallardas,

vais de la vida a la muerte,

vais de la nada a la nada:

yugos os quieren poner

gentes de la hierba mala,

yugos que habéis de dejar

rotos sobre sus espaldas.



Crepúsculo de los bueyes

está despuntando el alba.



Los bueyes mueren vestidos

de humildad y olor de cuadra;

las águilas, los leones

y los toros de arrogancia,

y detrás de ellos, el cielo

ni se enturbia ni se acaba.

La agonía de los bueyes

tiene pequeña la cara,

la del animal varón

toda la creación agranda.



Si me muero, que me muera

con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,

la boca contra la grama,

tendré apretados los dientes

y decidida la barba.



Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas
*
*

martes, 28 de septiembre de 2010

GABRIELA MISTRAL NUESTRA GRAN POETA DE AMERICA "CREDO" CHILE






CREDO


Creo en mi corazón, ramo de aromas



que mi Señor como una fronda agita,



perfumando de amor toda la vida



y haciéndola bendita.







Creo en mi corazón, el que no pide



nada porque es capaz del sumo ensueño



y abraza en el ensueño lo creado:



¡inmenso dueño!







Creo en mi corazón, que cuando canta



hunde en el Dios profundo el flanco herido,



para subir de la piscina viva



recién nacido.







Creo en mi corazón, el que tremola



porque lo hizo el que turbó los mares,



y en el que da la Vida orquestaciones



como de pleamares.







Creo en mi corazón, el que yo exprimo



para teñir el lienzo de la vida



de rojez o palor, y que le ha hecho



veste encendida.







Creo en mi corazón, el que en la siembra



por el surco sin fin fue acrecentado.



Creo en mi corazón siempre vertido



pero nunca vaciado.







Creo en mi corazón en que el gusano



no ha de morder, pues mellará a la muerte;



creo en mi corazón, el reclinado



en-el pecho de Dios terrible y fuerte.